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Untada de mantequilla, con mermelada, rellena en sandwich, o simplemente mojada en la salsa de un buen plato, la baguette es la especialidad francesa por excelencia. La corteza crujiente y la miga esponjosa, heredó su forma alargada del pan de viena, importado en París en el siglo 19. ¡Para saborear la mejor de las baguettes, tenga cuidado en comprarla en una panadería artesanal, para quién paciencia e ingredientes de calidad son las claves de toda receta!
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Principalmente hechos a base de leche de vaca, los quesos de la región parisina se distinguen por su suavidad y su ancestral producción. Los bries son los más conocidos: de Meaux, de Montereau, de Melun o de Provins, su textura de leche cruda es blanda y sabrosa. En los mercados de París, también encontrará Coulommiers, cuyo sabor y textura se parecen al Camembert. ¡Una delicia!
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En 1955, un pastelero parisino cocinó una tarta compuesta por capas sucesivas de crema con café, ganache y bizcocho, coronados por un glaseado de chocolate, liso y generoso. Viendo esta creación geométrica y satinada, su mujer la compararía con la magnífica escena de la ópera Garnier, dándole a partir de este momento, su nombre. ¡Y por si este precioso pastel no le hiciera suficiente referencia al paisaje parisino, el tipo de bizcocho utilizado lleva el dulce nombre de… Gioconda!
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Heredado de las panaderías austriacas que se instalaron en París en los años 1830, el croissant es una bollería renombrada por su dulce sabor a mantequilla. Antiguamente tipo brioche, se modifica poco a poco con masa de hojaldre dorada con huevo, lo que le proporciona su legendario crujiente… ¡Hoy en día, ya no se vende sin su primo de chocolate, el pain au chocolat (napolitana de chocolate), de estilo más clásico, pero no menos apetitoso!
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Compuesto por dos rebanadas de pan de molde, rellenas con jamón cocido de bechamel, y cubiertas por una generosa capa de queso gratinado, este delicioso sándwich es un clásico que podemos encontrar tanto en las brasseries como en las panaderías. En 1918, el croque-monsieur integró incluso la literatura francesa, ya que Marcel Proust lo evoca en su novela A l’ombre des jeunes filles en fleur ! Cabe señalar que cuando se le añade un huevo frito encima, el croque-monsieur se convierte en… un croque-madame.
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Dulce redondo que se toma a la hora del té, el macaron parisino encanta las papilas. De pistacho, con chocolate, con frutos rojos o también con regaliz, este pastelito, compuesto por dos cascaras hechas con almendras molidas, está relleno con una masa dulce, con perfumes tan clásicos como exóticos. Las más grandes casas parisinas contribuyeron a su renombre, como Ladurée, y Pierre Hermé.
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Este plato es del siglo 19, cuando la Villette todavía era un matadero. A los carniceros que trabajan allí, les encantaba el entrecote de ternera con mantequilla y hierbas, tradicionalmente servidas con «pommes Pont-Neuf » - antepasadas de las patatas fritas, que, según la leyenda, fueron inventadas… ¡en el Pont-Neuf! Hoy en día, todavía es un ineludible de los bistrots parisinos. Cabe señalar: en Francia, se dispone de cuatro cocciones para los pedazos de ternera (azul, poco hecha, en su punto y bien hecha).
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¿Sabía que los más bellos techos de París son un refugio para las abejas? El musée d’Orsay, la Monnaie de Paris, el Institut de France, así como el hôtel national des Invalides, albergan colmenas en las cuales nuestras amigas con alas producen miel a partir de numerosas esencias de flores presentes en los jardines y balcones de la capital. Para ofrecerle este exquisito regalo, vaya, entre otros, a Le miel de Paris.
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Bajo una capa de queso rallado fundido y mezclado con crujientes croutons, se descubre una sopa compuesta por un caldo y cebollas confitadas con mantequilla. Popularizada por los restaurantes de las antiguas Halles que la servían por la noche para revitalizar a los operadores de almacén y a los fiesteros, la sopa de cebolla se propone hoy en día en todas las buenas brasseries.
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La Parisienne, la Môme, la Charbonnière, la Baleine, la Montreuilloise… Las cervezas locales florecen en París desde hace unos años. Algunas son instituciones, como la Gallia, mezclada de 1890 a 1969, antes de ser retomada por dos jóvenes emprendedores en 2009; otras proceden de micro brasseries que le vuelven a dar dinámica a esta bebida, proponiéndola ecológica o con sabores nuevos. A saborear en casa o uno de los numerosos bares y restaurantes que las proponen.