Este baile alegre y endiablado es inseparable del mito de las noches parisinas y del ambiente del cabaré, inmortalizado por las pinturas de Toulouse-Lautrec, el cine francés o de Hollywood. Con el desenfreno de las enaguas provocativas, el conocido movimiento de levantar la pierna y la música animada, la alegría comunicativa del cancán no deja de encantar, desde hace casi 150 años, a los espectadores del mundo entero.
El cancán, repetición de las primeras letras de «canard», designa una cuadrilla de mediados del siglo XIX. Tiene su origen en el universo de las lavanderas, que tenían costumbre de exhibir las enaguas limpias con orgullo y picardía. Es el origen de un baile de la calle, de la periferia, el modo en que las mujeres del pueblo exteriorizaban su rechazo a la autoridad, en resumen una provocación amable. Desde 1860, seducidos por el entusiasmo popular que genera este baile, denominado también «chahut», los bailes parisinos decidieron convertirlo en un espectáculo. Todo París y sus visitantes pueden iniciarse en el arte de agitar los frufrús y mostrar el trasero. En el programa se incluye subir la pierna lo más alto posible, abrirse de piernas y un sinfín de contorsiones y acrobacias, todo al ritmo de la música de Offenbach, quien contribuyó enormemente al éxito del cancán y a la reputación de los grandes cabarés parisinos.
La fascinante agilidad de las bailarinas, sus piernas con medias negras y ligueros, el pecho realzado y los gritos característicos que emiten al moverse, han dado a estas reinas de la diversión una imagen alegre. De este modo, en la Guide des plaisirs de Paris, publicada a finales del siglo XIX, las bailarinas de cancán se presentaban como «un ejército de chicas jóvenes que bailan este divino baile parisino, como su reputación lo exige […] con una elasticidad cuando lanzan la pierna al aire que nos permite presagiar una flexibilidad moral al menos pareja… ». Este fenómeno se exportará al otro lado del charco, a los salones del Lejano Oeste, para gran satisfacción de los vaqueros. ¡Ah, las chicas de París!
Entre las bailarinas de cancán de la Belle Epoque, algunas grabaron en el panteón de las noches parisinas nombres pintorescos, como la Goulue (tragona), Nini Patte-en-l’air (Nini pata arriba), la Môme Fromage (chavala queso), Jane Avril (Jane abril), conocida como «Jane la loca» por sus compañeras… Nini pata arriba ha destacado como verdadera creadora del cancán, inspirado por la cuadrilla inventada en 1850 por Céleste Mogador, bailarina principal de Bal Mabille, antiguamente situado en los Campos Elíseos. Las reglas del cancán se establecieron poco a poco. Las bailarinas expertas enseñaban a las nuevas y transmitian las reglas oralmente. Las clases de la escuela de Nini Patte-en-l’air era el único lugar donde se enseñaba este baile. Las principales figuras se ponían nombres que evocaban imágenes, se llamaban «tenencia de armas», «metralleta», «asalto», «sin carga», «salto de pídola» o incluso «perritas». Enseguida, los hombres entraron en este baile de tradición femenina y acompañaron a las mujeres al escenario para realizar verdaderos números de acrobacia. Valentín el Deshuesado, conocido también como el Hombre de la Cuadrilla, es el más famoso.
Si hay algún artista que haya sabido reflejar con mucho realismo y emoción el universo de los bailes y los cabarés parisinos, ese es Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901). En el año 1890 se sumergió con pasión en la embriagadora agitación de estos establecimientos de noche e incluso les creó carteles. Las pinturas, los bosquejos y las litografías de Lautrec hablan de Montmartre, Pigalle, las chicas del cancán o los burdeles, gestos, muecas, colores y luz cazados al vuelo. Gracias a él, el cancán se expone en los principales museos y el mundo entero puede extasiarse delante de las famosas bailarinas, La Goulue, Jane Avril, que no sólo fueron sus modelos y musas, sino también... sus amantes. El 7º arte perpetúa regularmente su visión dirigiendo los proyectores hacia la folie del cancán y los cabarés. Recordamos el French Cancan de Jean Renoir (1954), donde Nini, lavandera de Montmartre en 1900, se convierte en una gran bailarina de cancán. Más actual, la película norteamericana Moulin Rouge de Baz Luhrmann (2001) transcurre de nuevo en Montmartre y las protagonistas son bailarinas. Un reparto de primera fila, encabezado por Nicole Kidman, decorados y trajes brillantes y una banda sonora suntuosa convierten esta historia de amor entre un poeta y una estrella del cabaré en un éxito internacional, que exalta un poco más el mito de París.