París no sería París sin sus ilustres monumentos: la torre Eiffel, el Arco de Triunfo, Notre-Dame los Campos Elíseos, el Louvre o la basílica de Sacré-Cœur. Todos estos monumentos conservan las huellas de la historia de una capital con más de 2.000 años de vida. Cada noche, cuando todos sus monumentos están iluminados, una magia singular se adueña de la ciudad.
Sin embargo, París debe su rango de la capital más turística del mundo a una cifra impresionante: 2 185. Es efectivamente el número de monumentos que comprende la ciudad… Eso implica 1 803 posibilidades de visitas y paseos, en un viaje en el tiempo y en el espacio.
En esa paleta casi inagotable y sumamente variada de edificios residen todo el encanto de París y la esencia misma de su identidad. Cada barrio de la ciudad, a ambas márgenes del río, es testigo de una formidable riqueza y, con tal solo andar, el visitante hará un viaje permanente a través del tiempo. Más que cualquier otra ciudad, París sabe oscilar entre pasado, presente y futuro.
Entre la isla de la Cité, donde nos deslumbran la Conciergerie y Notre-Dame, y las siluetas modernas del Centro Pompidou o del Instituto del Mundo Árabe, no hay más que un trecho. Como entre la torre Saint-Jacques y el Hôtel de Ville. Los monumentos están por todas partes: calles, plazas, patios interiores o parques. Por eso, cada paseo por París tendrá un perfume de novedad.
París no sería París sin sus ilustres monumentos: la torre Eiffel, el Arco de Triunfo, Notre-Dame los Campos Elíseos, el Louvre o la basílica de Sacré-Cœur. Todos estos monumentos conservan las huellas de la historia de una capital con más de 2.000 años de vida. Cada noche, cuando todos sus monumentos están iluminados, una magia singular se adueña de la ciudad.
Sin embargo, París debe su rango de la capital más turística del mundo a una cifra impresionante: 2 185. Es efectivamente el número de monumentos que comprende la ciudad… Eso implica 1 803 posibilidades de visitas y paseos, en un viaje en el tiempo y en el espacio.
En esa paleta casi inagotable y sumamente variada de edificios residen todo el encanto de París y la esencia misma de su identidad. Cada barrio de la ciudad, a ambas márgenes del río, es testigo de una formidable riqueza y, con tal solo andar, el visitante hará un viaje permanente a través del tiempo. Más que cualquier otra ciudad, París sabe oscilar entre pasado, presente y futuro.
Entre la isla de la Cité, donde nos deslumbran la Conciergerie y Notre-Dame, y las siluetas modernas del Centro Pompidou o del Instituto del Mundo Árabe, no hay más que un trecho. Como entre la torre Saint-Jacques y el Hôtel de Ville. Los monumentos están por todas partes: calles, plazas, patios interiores o parques. Por eso, cada paseo por París tendrá un perfume de novedad.