Empiece por el esplendor histórico del Dominio de Versalles. Aquí, piérdase en historias de reyes y reinas mientras pasea por los majestuosos jardines. A continuación, suba a lo alto de la Torre Eiffel y deje que la vista panorámica de París despierte sus sentidos: una visita obligada para todo visitante.
Por el agua, embárquese en un crucero fluvial en Bateaux Parisiens, donde los emblemáticos monumentos de París se le revelarán con absoluta tranquilidad. Más tarde, el Arco del Triunfo le invita a admirar los Campos Elíseos desde su cima, un espectáculo de urbanismo e historia.
A continuación, el arte le llama al Louvre, donde cada sala revela obras maestras que abarcan todas las épocas. No se pierda la Gioconda, que, incluso sola, le dará la impresión de compañía familiar.
Su recorrido no estaría completo sin una visita a la Ópera Garnier, cuya arquitectura es en sí misma una forma de arte que hay que apreciar. Por último, el Museo de Orsay será el punto culminante de su jornada, con sus colecciones de arte impresionista que harán las delicias del alma solitaria.
En París, incluso solo, cada paso es un encuentro con la historia, el arte y la belleza en estado puro. Esta ciudad le espera para revelarle sus secretos mejor guardados.